Aquella mañana llovía y una fina niebla estival ocultaba el relumbre del río y el pueblo asentado en la otra orilla. Bernard Harrison, mientras dejaba que el aire frío le azotase la cara, se preguntaba qué tiempo haría dentro de cincuenta, cien años. Y entonces llegó Leticia Aldin y él le dirigió una sonrisa y dijo: - Ya falta menos, Lety. Se dio cuenta de lo banal de su frase y añadió: - ¿Por qué tendremos esta sensación angustiosa? No vamos a ir muy lejos. - Un centenar de años - contestó ella. - No te preocupes. La teoría es infalible. No es mi primer paseo por el tiempo. Dos excursiones de veinte años, adelante y atrás, son prueba suficiente de que el impulsor funciona. Esta vez el viaje es algo más largo, pero no distinto. _Sin embargo, las máquinas automáticas que se adentraron esos cien años no han vuelto... - Supongo que algo les falló. Puede que a los tubos se les quedaran aún más vacías sus necias cabezas, o cosa parecida. Por eso John y yo tendremos que ir a ver lo que ha sucedido. Repararemos nuestras máquinas y compensaremos las acostumbradas jugarretas de los tubos de vacío...
Disponible también para ver online en HTML. Una vez en la página clicar en: VER HTML - Descargar PDF.
Para ver más información debes estar identificado / registrado.