¿Quién no sufrió alguna vez por amor? ¿Quién no se desayunó una mañana con un 'hasta aquí llegamos', 'no sé qué me pasa', 'tomémonos un tiempo' o 'me enamoré y me voy'? Así fuera por una pasión no correspondida, un final no planeado o un abandono que esos que nos dejan abrazados a una caja de pañuelos de papel, la ruptura siempre golpea y duele. Marcelo Puglia asegura en estas páginas que el final de un amor no es el final de la capacidad de amar. Pero, claro, hay que poder estar de pie otra vez.
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