Un escritor menor al borde de una jubilación no demasiado brillante, recibe la propuesta de escribir una autobiografía del general Franco. El encargo le parece un sarcasmo.
«Mi madre me decía que mirara fijamente a las personas y las cosas. Paquito, tienes unos ojos que intimidan. Y yo veía en el espejo de nuestro grande, frío cuarto de baño de una familia hidalga pero sin demasiados posibles, mis propios ojos, grandes, negros, brillantes, tristes y duros, como los de un capitán de cenetes.»
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