Durante los siete años que había pasado cautivo, lord Guy de Hartford no había dejado de soñar con el momento en el que pudiera volver a ver a su adorada esposa. Pero al volver a su castillo, ni sus propios hombres lo reconocían y la culpa se reflejaba en el rostro de Elizabeth.
¿Acaso lo había traicionado en su ausencia?Elizabeth apenas reconocía a su esposo en el rostro herido de aquel distante desconocido. Pero el deseo que sentían el uno por el otro continuaba vibrando entre ellos.
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