Soplaba mi flautín por valles silvestres, tocaba canciones de júbilo afable, en una nube distinguí a un niño, que con risas me dijo: "¡Sopla un cantar que hable del Cordero!" Y lo toqué con ánimo risueño. "Flautista, sopla de nuevo ese cantar". Volví a hacerlo: lloró al escucharlo. "Suelta tu flautín, tu flautín dichoso; canta tus canciones de acento feliz"; y otra vez entoné lo mismo, mientras regocijado él lloraba al oírlo. "Flautista, siéntate y escribe en un libro que todos puedan leer." luego se esfumó de mi vista. Y arranqué un junco hueco. E hice una pluma rústica y teñí el agua límpida y escribí mis felices cantares que todo niño disfrutará al oírlos.
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