La explosión hizo añicos las ventanas que estaban a cientos de metros dedistancia, pero no provocó ningún incendio. Más tarde, descubrí que había sidodetectada por un sismógrafo de la Universidad Macquarie, que fijó la hora con precisión:3.52 de la mañana. Los vecinos despertados por el estallido llamaron a los servicios deemergencia en cuestión de minutos y nuestro operador del turno noche me telefoneóapenas pasadas las cuatro, pero no tenía sentido que me apresurara a llegar al lugar dela escena porque por ahora sólo conseguiría estorbar. Me senté delante de la terminalde mi estudio durante casi una hora, reuniendo datos de soporte, monitoreando eltráfico radial con los auriculares, bebiendo café y tratando de no hacer demasiado ruidoal teclear.
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