El final del Programa Apolo y la perspectiva, generalmente pesimista, de todo nuestroesfuerzo espacial, ha sido uno de los elementos menos satisfactorios de 1972 para losaficionados a la ciencia ficción e interesados en la futura expansión de la humanidad. Hereflexionado seriamente sobre todo este asunto y me parece que existe un medio pararevitalizar y promover nuestra exploración espacial.El problema estriba, desde luego, en que el público de los Estados Unidos ha perdidointerés en el espacio, y ello no tiene nada de extraño. Cualquiera que presenciase losinterminables retrasos antes del lanzamiento del Apolo XVII, recordará que fue un«espectáculo» deprimente. Hasta el extremo que tras dos horas de aplazamientos yesfuerzos cada vez más desesperados del comentarista para pensar en qué decir sobrenada, uno de los periodistas exclamó: «Voy a hacer algo que me prometí a mí mismo nohacer nunca. Voy a contarles por qué me puse la camisa que llevo esta noche.»Y lo cumplió. No fue un relato interesante, por supuesto, pero llenó unos minutos de unvacío angustioso. Acto seguido, nos recompensaron con una prórroga compasiva deanuncios comerciales
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