Contrario al título de esta novela tan célebre y que muchos han catalogado como su mejor obra narrativa, la prosa de John Maxwell Coetzee no es para nada desgraciada. Todo lo contrario, es un gran atino dentro del caudal literario que hoy por hoy nutre y se nutre de lectores en busca de prosa lúcida y próspera. La narrativa de este escritor sudafricano es cortante, filosa, transmisora en esencia de la lástima y el maltrato homínido de la especie por la especie. Es tan directa al grano que sobresalta, que asusta, que apasiona. Su técnica puede instruir al nuevo novelista, al escritor emergente de prosa extensa, porque Coetzee poda la acción sin que le cueste a la trama, monda los detalles casi en una perífrasis lírica y cinematográfica, esmocha lo innecesario y replantea el asunto de la edición literaria como un siniestro que debe enfrentarse y al que no hay que temer.
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