Cuando Cristina de Areilza había empezado su andadura literaria y periodística, en forma de entrevistas y relatos publicados en la prensa madrileña, fue de pronto "arrebatada por la enfermedad" y llevada a los límites inseguros de la vida misma. Con esa lucidez suprema que los trances más decisivos despiertan en la mente de los que afrontan la lucha contra el mal, Cristina apeló a las energías latentes del espíritu, movilizando la voluntad de vencer que era también el ansia de vivir. Sus médicos contemplaron con admiración el fenómeno de su rebeldía contra el destino adverso.
Y mientras tanto, Cristina escribió un diario. Un cuaderno de apuntes cotidianos de esa batalla en la que era protagonista y testigo, y en que su cuerpo era el campo de combate y el espíritu el alma de la victoria final. Este testimonio insólito de una enferma joven que mira el destino cara a cara y lo desafía con entereza inalterada, constituye para los que hayan de atravesar trances semejantes un documenteo de alta relevancia. Para los médicos también representa la otra cra de la "historia clínica. Es decir, la historia de la rebeldía más noble del hombre: la de su voluntad de vivir.
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