Había estado escuchando la conversación con una sonrisa en los labios, tumbado a lasombra de los macizos de flores, con las manos debajo de la cabeza.De vez en cuando oía risas y las voces seguían hablando. Había ocasiones en las queno entendía lo que decían porque se expresaban en susurros.Al cabo de un rato empezó a aburrirse; el tema de la conversación empezó a parecerletrivial, justo cuando dejaron de hablar de él.Una de las voces era vehemente; la que hacía más preguntas, era más cerebral.Dar salió de detrás del macizo y caminó por el sendero de grava, procurando no hacerruido. Se echó a reír. ¿Por qué se molestaba en tomar tantas precauciones? Una de lasvoces sabía que había estado escuchando. ¿Por qué no se dio cuenta antes? Sinembargo, había fingido que desconocía su presencia. Para ella había sido su juego. Legustaba jugar.Dejó de escuchar las voces, llegó al final de los jardines, abrió una puerta y entró en unpasillo. Torció el gesto, al encontrar que Eva había vuelto a cambiar el color de la pinturay parte de la decoración
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