Aunque no mencionaré las razones para no aburrirles, desearía expresar mí agradecimiento a las siguientes personas: A John Silbersack, jefe de redacción, por haber mantenido la calma en todo momento y haberme ayudado a no perder la paciencia cada cinco minutos. A Howard Morhaim, el mejor y más rápido agente del Oeste. A la «conspiración de Jersey», sin cuyo apoyo entusiasta me habría vuelto loco, por haber evitado que cometiera un error tras otro. Si me he equivocado en algún momento, créanme, no ha sido culpa suya. A T. Liam McDonald por ayudarme con los pequeños detalles. A Carolee Nisbet, de la Oficina de Asuntos Públicos de Fort Dix, Nueva Jersey, por su ayuda y amabilidad, especialmente cuando mis tonterías interrumpían alguna discusión inteligente. Si no reconocen algunos de los lugares descritos en este libro es porque el argumento del libro me ha obligado a efectuar algunos cambios, no porque la señorita Nisbet no me proporcionara las indicaciones correctas
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