En «El misterio del cuarto amarillo» (1907), el autor desafía nuestra lógica una y otra vez, guiándonos por caminos falsos y conduciendo al más avezado de los lectores hacia metas que se revelan como espejismos, hasta que al fin alza el telón y la verdad, hasta entonces enmascarada nos permite contemplar su terrible rostro.
«El perfume de la dama de negro» (1909), donde de nuevo aparece el detective Rouletabille, es otro buen ejemplo de esa persecución lógica que nos obliga a emprender Leroux.
Prólogo de José Carlos Somoza.
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