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Información del Libro 'En Costas Extrañas - Powers Tim'

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En Costas Extrañas - Powers Tim

Enviado por librosgratisweb el 2012-09-20 00:00:00



Aunque la brisa de la noche le había helado la espalda durante toda la travesía, aún nohabía comenzado su trabajo nocturno de barrer el aire húmedo que había dejado el díaentre las palmeras y lianas, y el rostro de Benjamín Hurwood estaba cubierto de sudorantes de que el hombre negro le hubiera guiado siquiera una docena de metros hacia elinterior de la selva. Hurwood alzó el machete que llevaba en la mano izquierda (su únicamano) y escudriñó intranquilo la oscuridad que parecía arremolinarse tras la vegetación,iluminada por la antorcha, que les rodeaba por todas partes, porque las historias quehabía oído sobre caníbales y serpientes gigantes parecían ahora más que plausibles. Ypese a sus recientes experiencias, era difícil confiar plenamente en la seguridad que leproporcionaba la colección de rabos de buey, bolsitas de tela y estatuillas que colgabandel cinturón del otro hombre. En aquel bosque primaveral, no servía de mucho llamarlosgardes, arrets y drogues en vez de fetiches, ni calificar a su compañero de bocor en vezde considerarlo brujo, o chamán.El hombre negro hizo un movimiento con la antorcha y volvió la vista hacia él.- Ahora, a la izquierda - dijo cuidadosamente en inglés, para luego añadir en uno de losdeteriorados dialectos franceses de Haití -: y vigila dónde pisas, el sendero está cortadopor pequeños arroyos.- Entonces, camina más despacio para que vea dónde pones los pies - le replicóHurwood, irritado, en su francés académico.Se preguntó cuánto habría sufrido su acento, hasta entonces perfecto, tras laexposición de un mes a tantas variaciones extrañas del idioma.El sendero se hacía más empinado, y pronto tuvo que guardar el machete en su fundaa fin de tener libre la mano y así agarrarse a las ramas para ayudarse a avanzar; duranteun rato, el corazón le latió de manera tan alarmante que pensó que iba a reventar, pese ala drogue protectora que le había dado el hombre negro. En aquel momento, llegaron a unlugar situado por encima del nivel de la selva circundante; la brisa marina los acarició, yllamó a su compañero para que se detuviera y le permitiera recuperar el aliento, mientrasdisfrutaba del viento fresco en el pelo blanco y la camisa empapados.La brisa silbaba entre las palmeras de abajo, y a través de un resquicio entre lostroncos que le rodeaban, alcanzó a ver agua..., un segmento, iluminado por la luna, del ríoLengua del Océano, por el que habían navegado desde la isla Nueva Providencia aquellamisma tarde. Recordó haber advertido la prominencia donde se encontraban ahora yhaberse preguntado qué era, mientras trataba de mantener la vela tensa siguiendo lasmalhumoradas órdenes de su guía

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