Hoy uno de los hermanos me preguntó: ¿Es una prisión tan temible no podermoverte del lugar donde estás?Y respondiste...Le dije que soy más libre que él. La incapacidad de movermeme libera de la obligación de actuar.Los que habláis lenguas sois unos mentirosos.Han Fei-tzu estaba sentado en la posición del loto sobre el desnudo suelo demadera junto al lecho del dolor de su esposa. Un momento antes, tal vez estuvieradormida; no estaba seguro. Pero ahora era consciente del ligero cambio en larespiración de ella, un cambio tan sutil como el viento tras el paso de unamariposa.Jiang-ging, por su parte, también debió de detectar algún cambio en él, pues nohabía hablado antes y lo hizo ahora. Su voz sonó muy baja, pero Han Fei-tzu laoyó claramente, pues la casa estaba en silencio. Había pedido quietud a sus amigosy sirvientes durante el ocaso de la vida de Jiang-ging. Ya habría tiempo de sobrapara ruidos descuidados durante la larga noche por venir, cuando no salieranpalabras susurradas de los labios de ella
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