UN SOLDADO Son las primeras horas de la mañana, y para ellos el día ha terminado. Un grupo de soldados fatigados, agotados por el horror de un triste combate, procuran ayudarse en su retirada para acercarse hasta las naves ancladas en la orilla del río, desde donde han desembarcado pocas horas antes. En la cubierta de una de ellas, un oficial con insignias de Comandante se aproxima a un viejo sargento que malherido, reposa sobre la borda. -Juan de Dios, dicen que le conoces. -Sí señor, le conozco de seguro. Hace ya más de veinte años, y no me he olvidao de él. -Ánda, cuéntame. -No tengo para mucho...¿no crée usté? -Creo que aún no ha llegado tu hora, Juan. El viejo soldado cierra los ojos para evitar la irresistible náusea que le provoca el movimiento del barco, y la obscuridad le devuelve entonces aquella imagen intacta
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