Y un día cualquiera, Rom Dukey regresó a Ropesville, Texas.
Lo hizo tranquilamente, con indiferencia, como si regresase de un viaje de un par de semanas y todo tuviese que continuar igual allí, en aquel pequeño y tranquilo pueblo rodeado de sembrados, de espantapájaros, de cercas de alambre de púas.
A nadie había avisado, ni esperaba que nadie concediese demasiada importancia a su regreso. Entró por la punta norte de la calle Principal, poco después del mediodía, sin ruidos, sin alboroto.
Y, sin embargo, a los pocos minutos todo Ropesville sabía ya que Rom Dukey había regresado.
Para ver más información debes estar identificado / registrado.