Cuando la puerta de la oficina se abrió repentinamente, supe que todo habíaterminado. Había sido un buen filón... pero se había acabado. Mientras entraba el policía,me recosté en el sillón y esbocé una alegre sonrisa. Tenía la misma expresión sombría yel mismo paso pesado que tienen todos... y la misma falta de sentido del humor. Casipodía adivinar lo que iba a decir antes de que abriese la boca.- James Bolívar diGriz, le arresto bajo la acusación...Estaba esperando la palabra bajo. Pensé que eso le daba un toque desenfadado alasunto. Mientras la decía, apreté el botón de ignición de la carga de pólvora negra situadaen el techo, en el punto exacto bajo el cual se hallaba, y así se dobló la viga y la caja decaudales, de tres toneladas de peso, cayó justo sobre su coronilla. Quedó bien aplastado,sí señor. La nube de yeso se posó y todo lo que pude ver de él fue una mano, algoretorcida. Se agitaba un poco, y el dedo índice me apuntaba acusadoramente. Su vozsonaba algo ahogada por la caja de caudales, y parecía un tanto preocupada. Enrealidad, se repetía un poco.- …bajo la acusación de entrada ilegal, robo, falsificación...Siguió así durante un cierto tiempo. Era una lista impresionante, pero ya la había oídoantes. No me molestaba en absoluto mientras llenaba mi maleta con el dinero de loscajones. La lista terminaba con una acusación nueva, y podría haberme jugado unmontón así de alto de billetes de mil créditos a que sonaba un tanto dolida:- Además, le será añadido a su expediente la acusación de ataque a un policía robot, locual ha sido una tontería, ya que mi cerebro y mi laringe están acorazados, y en micavidad ventral...
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