Esta es la historia de lo que le ocurrió a Tony Gregg una vez hubo aprendido lacuarta dimensión - o quizá era la quinta o la sexta - en un restaurante shishkebab delbarrio sirio del bajo East Broadway, Nueva York.No fue originalmente al restaurante con el fin de enterarse de lo de la cuartadimensión. Su primera visita fue simplemente en busca de un shishkebab, que es unmaravilloso plato de trozos de cordero clavados en unos pinchos y asados, con unainverosímil salsa que contiene hojas de parra. Fue de una manera puramenteaccidental que se le ocurrió preguntarle al dueño del restaurante por una monedaque llevaba - él, Tony - como talismán.Tony la había comprado como amuleto en una de aquellas diminutas tiendecillas delas calles apartadas de Nueva York en cuyos escaparates se exhiben mezcladasjoyas antiguas y piezas de ajedrez de marfil. La compró porque le pareció extraña.Su conciencia - había sido criado con una conciencia bastante estricta - consintiócon cierta reluctancia la compra porque la moneda era muy pesada por su tamaño ypodía ser de oro. (Con toda certeza no era una medalla, y por lo tanto tenía que seruna moneda.) Llevaba una inscripción en un árabe convencional en una cara y en laotra algo que parecía un complicado trono sin nadie sentado en él. Pero cuandoTony trató de identificarla, no encontró en ningún catálogo de numismática ningunamoneda que se pareciese a aquella.
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