Ésta es una novela de formación, la historia del paso -difícil, tortuoso, lleno de baches- de una adolescente a la madurez y al descubrimiento de su auténtica personalidad. Es el viaje de Taylor Jessup -tozuda, orgullosa, solitaria, honesta- hacia su propio lugar en el mundo y el recuento de todo lo que encuentra en el camino.
Taylor no lo tiene fácil. Para empezar, es demasiado alta y atlética. Y es rara: no le gusta ponerse bikini ni asistir a los bailes de fin de curso, y se hace preguntas sobre la muerte. Además, proviene de una familia disfuncional y de escasos recursos, el tipo de familia que tiene ratas en el lavabo; una madre quejosa y alcoholizada, un padre espiritualmente ausente. ¿Qué puede hacer Taylor con las piezas que le han tocado en suerte? ¿Qué partes debe conservar, cuáles debe desechar?
Porque esto es lo más importante: saber qué elementos merecen ser restaurados y cuáles es preciso arrojar a la basura. Una lección esencial que Taylor aprende de Joe, el viejo carpintero que le enseñará a restaurar muebles, a distinguir lo esencial de lo accesorio, a saber qué tipo de madera puede doblarse y cuál se quiebra sin remedio.
Sólo cuando Taylor se encuentre a sí misma y deje de buscar amor en la persona equivocada, de fantasear sobre la vida perfecta junto al hombre perfecto, sólo entonces se sentirá libre y ligera para emprender su camino hacia alguna parte. Y sabrá las lecciones que debe enseñar a su hija:
Que confíe en su instinto.
Que cambiar y madurar está bien, a cualquier edad, en cualquier momento.
Que uno es, exactamente, lo que uno ha construido con las piezas que tiene.
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