Esa es la que no tiene padres.
No. Es la que mató a sus padres.

Las voces de las chicas resuenan en su interior. Su clamor le hace perder todo atisbo de razón. Se sube la manga.
El pinchazo de la cuchilla acaba con el ruido. Hace desaparecer el recuerdo de sus miradas inquisitivas. Willow se mira el brazo y observa la vida que surge de él. Pequeños hilos de fluido rojo se convierten en grandes peonías.
Peonías como las que solía plantar mi madre.
Willow cierra los ojos, como bebiendo del silencio. Su respiración es más profunda con cada incursión de la cuchilla. El silencio reina a su alrededor. No como cuando tropezó en clase. Ahora suena puro y perfecto.
Algo que duele tanto no es que te haga sentir bien exactamente. Es más la sensación de que está bien, que es lo correcto. Y algo que está bien no puede ser malo. Tiene que ser bueno.
Es bueno. Mejor que bueno.
Mejor que con cualquier tío.
Mejor que la leche materna.

Ocho meses antes, los padres de Willow murieron en un accidente de coche. Willow conducía.
Y desde entonces, ya nada ha vuelto a ser igual...

Willow se ha mudado con su hermano David, su mujer Cathy y la pequeña hija de ambos, Isabelle.
Su hermano evita cualquier contacto con ella, limita sus comunicaciones a frases vacías, comportándose como si sus padres nunca hubiesen existido. Cathy trata de aceptarla, pero ninguno de los dos puede ignorar el hecho de que tenerla en casa les hace pasar apuros económicos. Willow contribuye como puede trabajando en la biblioteca en su tiempo libre.

Viste siempre con manga larga para que nadie vea las brutales cicatrices de los cortes.
Tiene miedo de sí misma, de los recuerdos, del futuro, de sus sentimientos.

El instituto también es un lugar hostil: nadie habla con ella ni se le acerca... y mejor así. Willow ha perdido el contacto con sus antiguos amigos. La persona que conocían a muerto. Esta nueva chica vive sonámbula, tratando de controlar la angustia de seguir viva...
Su día a día es agotador, interminable, insoportable...

Su hermano llora por las noches, cuando nadie puede oírle. David la odia.
Willow ya no es hija de nadie.
Cuando el dolor es demasiado intenso como para soportarlo, recurre a su único apoyo, su penitencia, su salvación: sus cuchillas. Afiladas, mutiladoras, metálicas, sangrientas. El dolor borra de su mente cualquier otro pensamiento...
Y Willow... sobrevive.

Pero el destino le depara un extraño giro...
Cuando él aparezca en su vida, todo cambiará.
¿Quién es ese chico que busca «Tristes trópicos», el libro antropológico de su padre que Willow adoraba?
¿Quién es ese chico que le sonríe, que no la juzga, que no la evita, sino que la persigue miserablemente incansablemente, tratando de invitarla a un café?
¿Quién es ese chico que le hace sentir todas esas cosas que a base de cortes ha tratado de ahogar?
¿Quién es ese chico que ha descubierto su macabro secreto?


Género: Narrativa,Dramática
Tamaño: 1.355 Kb
Tiene audiolibro: NO
Presentación: Libro
Calidad: Sin OCR
Idioma original: Sin clasificar
Idioma del texto: Castellano
Clasificado: Sin clasificar


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