Hay, por tanto, que demostrar la realidad de la libertad para desde ella inferir la validez del principio supremo de la moralidad. Ahora bien hasta ahora hemos visto que la libertad se fundamenta en la moralidad, y la moralidad en la libertad. ¿Cómo salvar este círculo vicioso?
La solución consiste en considerar que el hombre, en cuanto perteneciente al mundo sensible, obedece a las leyes de la naturaleza, pero en cuanto perteneciente al mundo inteligible obedece a las leyes autónomas basadas únicamente en la razón. De este modo el círculo desaparece: la libertad ya no es demostrada por la autonomía, y la autonomía por la libertad, sino que ambas se deduce de la idea de nuestra naturaleza inteligible.
La presente distinción entre el mundo sensible y el mundo inteligible descansa en la necesidad de una doble comprensión de nuestro yo: como yo empírico y como yo inteligible. De acuerdo con esta última, el hombre se aprehende a sí mismo como pura actividad racional y se distingue radicalmente de la pasividad que manifiesta el yo empírico, puramente fenoménico. El hombre sabe que algo en él es pura actividad: su razón. Dicha actividad racional de la que tenemos conciencia inmediata supone la atribución a la razón de una libre espontaneidad en la producción de sus ideas. Es decir, el hombre, en cuanto reconoce en sí esa actividad ha de considerarse como inteligencia y dotado de libertad. Es esa conciencia que el hombre tiene de sí mismo como inteligencia la que le permite pensarse como miembro de dos mundos: sensible e inteligible.
La participación del hombre en estos dos mundos explica la condición de posibilidad de la libertad y de la validez para el hombre de las leyes morales. La única manera de pensar la libertad en el hombre es atribuírsela a una facultad puramente inteligible más allá del mundo fenoménico. Además, como la libertad de la voluntad es sinónimo de autonomía y, consiguientemente, condición de posibilidad de la moralidad, sólo si el ser humano es capaz de aprehender a la vez su yo como inteligencia y sensibilidad, podrá considerarse libre y sentirse obligado por leyes morales. Así pues, de esta manera se rompe el nombrado círculo vicioso que surge al concluir de la libertad la moralidad, y de ésta la ley moral.
Género: Filosofía,Sistemas Filosóficos,Ilustración
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Tiene audiolibro: NO
Presentación: Libro
Calidad: Con OCR sin corregir
Idioma original: Sin clasificar
Idioma del texto: Castellano
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