Kyle Braden permanecía sentado en su mullida butaca, contemplando el interruptor de la pared opuesta y preguntándose por millonésima vez (¿o sería por billonésima?) si estaba dispuesto a correr el riesgo de accionarlo. La millonésima o la billonésima vez en... aquella tarde haría treinta años.Significaría probablemente la muerte, pero él no sabía bajo que forma. Desde luego, no sería una muerte atómica... todas las bombas se habrían utilizado ya hacía muchos años. Habían servido únicamente para destruir por completo la civilización. Para ese fin, había bombas de sobra. Y sus cuidadosos cálculos, realizados hacía treinta años, demostraban que tendría que transcurrir casi un siglo antes que el hombre consiguiese iniciar una nueva civilización... es decir, lo que quedase del hombre.Mas, ¿qué ocurría en aquel momento, allá afuera, al otro lado del campo de fuerza en forma de cúpula que todavía le protegía de aquel horror? ¿Qué habría allí? ¿Hombres o bestias? ¿Y si la Humanidad se hubiese embrutecido totalmente, abandonando el terreno a otros animales menos malignos? No, la Humanidad había conseguido sobrevivir sin duda; únicamente debía de haber retrocedido. Y posiblemente el recuerdo del propio mal que se había infligido perduraría como una leyenda, para evitar que cometiese aquel tremendo error por segunda vez. Pero..., ¿bastaría para evitarlo, aunque el recuerdo de la catástrofe se conservase plenamente?
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