«Una muchacha no estaba segura en ningún lugar en todo St. Giles, a no ser que supiera cuidar de sí misma. Yo sabía hacerlo. Llevaba cuidando de mí misma desde la muerte de mi madre, y además lo hacia puñeteramente bien. No tenía ningún gangoso que me vigilase, me mangoneara y me azotara en el trasero cuando no consiguiese llevarle suficientes chelines.
Robar era mucho más fácil siempre y cuando no te atraparan. A mí nunca me habían cogido todavía, aunque en dos ocasiones habían estado a punto de hacerlo».
Para ver más información debes estar identificado / registrado.