Libro La impura de Guy des Cars: sinopsis, críticas y descargas
Chantal es una mujer hermosa y enigmática a quien todo parece sonreir. Un día se percata de unas pequeñas manchitas en su piel. Le aparecen por todo el cuerpo. Tras la visita al médico, toda su vida cambia radicalmente. Cambia de vida, marcha a vivir a la Isla de Makogai donde sólo habitan médicos y enfermos, monjas y misioneros. Pero lo peor de todos son los enfermos, verdaderos muertos vivientes.
La idea de quedarse en París y vivir con su enfermedad la resulta terrible, así que en su nueva vida en Makogai se dedica a meditar y se enfrenta a tifones y un violento motín.
En La impura, Guy des Cars nos enfrenta a un tema que la novelística francesa ha tratado frecuentemente y con singular maestría: la lucha entre los deseos humanos y las actitudes morales, o dicho más sencillamente, entre la carne y el espíritu. Desde el Diario de un cura rural de Bernanos hasta La farisea de Mauriac son muchas las novelas francesas que han intentado profundizar en ese frágil pero inmenso abismo que separa el bien del mal, la felicidad del cuerpo y las exigencias del alma. En esta novela, una mujer joven y de gran belleza encuentra, mientras viaja en barco desde Francia a Oriente, aquel amor en que ella había soñado desde niña: el gran amor. Sin embargo, cuando sus sueños están a punto de realizarse una serie de circunstancias la llevarán hacia la isla maldita del archipiélago de Fidji, la isla donde habitan los leprosos y los enfermos y donde cualquier horror es posible. Y será allí también donde su corazón, olvidando el amor egoísta y personal, se abrirá al dolor humano, a ese amor más generoso, que es el amor a todos los seres que sufren abandonados y solos. Mezclando con especial habilidad, elementos de la novela psicológica, de la novela de amor y, en cierto modo, de la novela de aventuras, Guy des Cars, nos entrega en estas páginas un retrato de una mujer que, en un mundo hostil, entre enfermedades humanas y las tempestades de la naturaleza, entre muertos vivientes y verdugos sin piedad, han encontrado su camino y su paz.
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