Los Van Horn tenían de todo: dinero, poder, posición… y problemas. Diedrich Van Horn era un gigante que gustaba de jugar a Dios. Sally, su esposa, podía haber sido su hija a juzgar por la edad, aunque bastante mayor como para sentir pasiones de mujer. Howard, el hijo de Diedrich, temía a su padre, amaba a su madrastra, y se hallaba envuelto en un torbellino emocional de sexualidad y frenesí escultórico. Cuando Howard Van Horn penetró en el apartamento de Ellery Queen, el joven estaba claramente trastornado. Su lujoso traje estaba destrozado, su hermoso rostro estaba reducido a una masa informe y sanguinolenta, y había sangre en sus manos y en sus vestidos… si bien la sangre no era suya.
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