El 25 de marzo tuvo lugar en San Petersburgo un suceso de lo más extraño. En la avenida de Vosnesenski vivía el barbero Iván Yakovlievich; su apellido se había perdido, y no figuraba en la placa donde aparecían pintados un señor con la mejilla enjabonada y el siguiente letrero: «Se hacen sangrías». El barbero Iván Yakovlievich se había despertado bastante temprano, reparando al punto en el olor a pan caliente. Incorporándose un poco en la cama, vio que su esposa, una señora de aspecto bastante respetable, muy aficionada al café, sacaba del horno pan recién cocido. -Hoy no tomaré café, Prascovia Osipovna -dijo Iván Yakovlievich-. En lugar de ello, tengo ganas de comer pan caliente con cebolla. Es decir, Iván Yakovlievich quería lo uno y lo otro, pero sabía que era imposible exigir ambas cosas a la vez, pues a Prascovia Osipovna no le agradaban semejantes caprichos.
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