Antonio Gala es seguramente el escritor español que con mayor asiduidad visita ese territorio pedestalreservado a los privilegiados: la lista de autores más vendidos. Hasta tal punto está vinculado Antonio Galaal éxito, que todos los años la feria del libro de Madrid parece celebrarse en su honor. El autor de La pasiónturcasiempre tiene ahí un lugar asegurado. Es ésa, y no otra, la razón por la que su nombre suscita tantorecelo entre el común de los escritores españoles. Cuando un presunto intelectual (o un escritor españolcon escasa proyección entre los lectores) quiere arremeter contra un best seller, no cita a Tom Wofe,Kundera o Isabel Allende. Cita a Antonio Gala, que lo tiene más cerca. La proximidad excita la envidia y laenvidia afina la puntería. Ahí, en medio de la diana, está Antonio Gala, un nombre cuyo eco producetaquicardias entre los santones del negocio editorial.Sin embargo, Gala no está dispuesto a pedir perdón por sus triunfos. Todo lo contrario: año tras año tratade superarlos y vuelve con nuevos bríos a reencontrarse con su ferviente clientela. Un símbolo del éxitoque le ha acompañado durante casi dos décadas lo constituye La pasión turca, una novela de amor querebasó todas las previsiones. Con ella, Antonio Gala perfeccionaba su receta favorita. Se sumergía en elalma de una protagonista femenina (Desideria, nombre poco elegante y nada sugestivo) para hurgar en susrincones y conocer todos sus resortes. Si Flaubert se atrevió a decir en su día «Madame Bovary soy yo»,Gala pudo haber dicho «yo soy Desideria, para servirles». Porque en Desideria Oliván y en su pasióndestructiva Antonio Gala dejó huellas de los amores que coronan su propia biografía.La novela nació con los ingredientes necesarios para gustar. Turquía, el adulterio, la pasión, el desamor,el engaño y finalmente, la inmolación. No era Desideria una heroína al uso de las heroínas románticas, perosu aventura existencial conectó con un público -mayoritariamente femenino- más dispuesto a disfrutar conlas desgracias amorosas que con los finales felices de las clasicas películas de Hollywood.Las mujeres hemos elaborado un discurso partiendo de los amores posibles, pero siempre nosencaprichamos de los amores imposibles, que son los más posibles de todos. Como Desideria Oliván, queabandonó un marido confortable para ir en pos de un amante ruinoso. El mayor placer de la novela es eldolor. Se trata de un dolor exhibicionista, hiperbólico, obsceno. Desideria camina por las’ páginas de la nov-ela arrastrando la idea obsesiva y enfermiza de poseer a su amante, un hombre de perfiles tópicos, mar-cadamente sexual y desestabilizador Pero la voracidad de Desideria oprime al amante, que se aparta unay otra vez del guión para vivir sus peripecias a espaldas de los lectores. La pasión ya ha enfermado. Elsueño de Desideria se despoja así de ilusiones y adquiere poco a poco tintes de pesadilla. Atacada por unafebrilidad para cuyo tratamiento no están dotados los facultativos, la protagonista de La pasión turcatermi-na por ceder a la degradación. Perdida la esperanza, anulados los escasos signos de lucidez, Desideria seniega la posibilidad de recuperación. Está poseída por una fuerza aniquiladora y sólo desea regodearse enella. Es la versión destructiva del amor, la más nociva y perturbadora, pero también la más efectista a lahora de ser expuesta en un libro o una película
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