-¿Se marcha, señor Vincent?
Harry Vincent movió la cabeza afirmativamente en respuesta a la pregunta del empleado. Indicó un itinerario que tenia en la mano.
-Voy a pasar una o dos semanas en Michigan-informó-. Tengo la costumbre de visitar de vez en cuando a la familia. Siempre se alegran de verme.
Cruzando pausadamente el espacioso salón del hotel Metrolite, el joven sonrió para sí. ¡Llegó al grill-room, encargó de una manera metódica su habitual desayuno y esperó absorto en sus pensamientos.
Harry Vincent no podía realizar con frecuencia un viaje a Michigan. Había manifestado que iba a visitar a sus familiares. Durante los últimos años había residido en Nueva York y parecía más bien un neoyorquino que hijo del pueblecito de donde era originario. Como huésped fijo del Metrolite, hacia mucho que se había aclimatado a la vida de hotel.
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