Inez García fue violada dos veces. La primera de ellas, según el testimonio que presentó en su juicio, se quitó las ropas, las puso a su lado en el suelo y se sometió, mientras un rufián de trescientas libras le impedía escapar. La segunda violación, esta vez de carácter figurativo aunque no menos real, tuvo lugar en el Juzgado Superior del Distrito de Monterey mientras una sala entera de la corte, llena de espectadores, permanecía sentada y desvalida, incapaz de impedir el crimen.
Ésta es la historia de esa segunda violación, perpetrada por todos nosotros, los miembros de una sociedad que hasta este momento ha hecho poco o nada por comprender la condición nefasta de quienes son víctimas de violación. Inez García luchó valientemente por que se lograra esa comprensión, pero perdió la batalla, al menos por ahora.
Jim Wood comenta al término del juicio por asesinato en primer grado que condenó a Inez García, lo siguiente: "Algunas personas que estaban en conocimiento de que no me había perdido ninguna sesión me preguntaron si acaso yo pensaba que las mujeres tuvieran derecho a matar a balazos a sus violadores, como lo había hecho Inez, según sus propias declaraciones. Yo no creo que nadie tenga derecho a quitar una vida humana, pero sí creo que la violación es un crimen de mucha violencia y soy por lo tanto capaz de entender que pueda generar una reacción violenta".
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