Todo Xuthil bullía de excitación. Las anchas carreteras y las serpenteantes rampas que conducían al foropúblico, se hallaban abarrotadas con los cuerpos de cien mil habitantes, que avanzaban a codazos yempellones, mientras en los barrios residenciales de la capital, millones de moradores que no podíanpresenciar el espectáculo de primera mano, esperaban ansiosamente junto a sus menavisoresa quellegasen las primeras noticias.El extraño cubo se había abierto. La gigantesca losa de mármol, cuyas enhiestas y brillantes paredes sealzaban a centenares de pies sobre las cabezas de los xuthilianos más altos, y cuya gran base cuadrada, quetenía más de un centenar de anchos de casa por lado, acababa de abrirse apenas unas horas... un bloqueperfectamente engrasado se deslizó hacia atrás, mostrando un negro pozo que abría su boca tenebrosa enlas profundidades.
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