Resena: Así bajé a través del bosque hasta la rivera del Yann y encontré, como había sido
profetizado, al barco
Pájaro del Río
a punto de soltar amarras.
El capitán estaba sentado de piernas cruzadas sobre la blanca cubierta, a su lado la
cimitarra dentro de su vaina enjoyada, y los marineros afanados en desplegar las ágiles
velas para dirigir el barco hacia el centro de la corriente del Yann, cantando durante
todo el tiempo dulces canciones antiguas. Y el viento fresco del atardecer, que
desciende desde los ventisqueros donde tienen sus moradas montañosas los dioses
distantes, llegó súbitamente, como las buenas nuevas a una ciudad ansiosa, a las
velas con forma de alas.
Y así llegamos a la corriente central, donde los marineros bajaron las grandes velas.
Pero yo había ido a dar mis reverencias al capitán, y a consultarle acerca de los
milagros y apariciones de los más sagrados dioses entre los hombres, cualquiera fuera
la tierra de su procedencia. Y el capitán respondió que venía de la lejana Belzoond, y
que adoraba a los dioses más pequeños y humildes, aquellos que rara vez enviaban la
hambruna o el trueno y que eran fácilmente aplacados con pequeñas batallas. Y yo le
conté que venía de Irlanda, que está ubicada en Europa, ante lo cual el capitán y sus
marineros rieron porque, dijeron, "No hay lugares como ese en todo el País del Sueño".
Cuando acabaron de burlarse de mí, les expliqué que mi imaginación moraba
principalmente en el desierto de Cuppar–Nombo, en una hermosa ciudad llamada
Golthoth la Maldita, que era custodiada completamente por los lobos y sus sombras, y
que ha estado deshabitada por años y años debido a una maldición dicha en la ira de
los dioses y que desde entonces no han podido revocar. Y algunas veces mis sueños
me llevaban tan lejos, hasta Pungar Vees, la ciudad de los muros rojos donde se
encuentran los manantiales, la que comercia con Isles y Thul. Cuando dije esto me
felicitaron por la morada de mis sueños, diciendo que, aunque ellos jamás han visto
dichas ciudades, lugares como esos pueden bien ser imaginados. Durante el resto de
la velada negocié con el capitán la suma que debería pagarle por el viaje, si Dios y la
marea del Yann, nos llevaban a salvo hasta los arrecifes junto al mar, llamados Bar–
Wul–Yann, la Puerta del Yann
Idioma: Español
Categoría: Lengua y Literatura, Narrativa
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