Resena: Travesía a Dilfar
Cuando Dilvish el Maldito salió de Portaroy, trataron de detenerle en Qaran, luego en
Tugado y de nuevo en Maestar, Mycar y Bildesh. Cuatro jinetes le aguardaron en la ruta
de Dilfar; y. cuando el primero flaqueó, el siguiente le sustituyó con un caballo fresco.
Pero ninguno pudo sostener el paso de Black, el caballo hecho de acero. Se rumoreaba
que el Coronel del Oriente había trocado parte de su alma por el caballo.
Un día y una noche había cabalgado, para adelantar a los ejércitos en pleno avance de
Lylish, Coronel del Occidente, porque sus hombres yacían rígidos y vestidos en los
ondulados campos de Portaroy.
Al ver que era el último hombre en pie en el lugar de la matanza, Dilvish llamó junto a él
a Black, se acomodó en la silla que era una parte de él mismo y le ordenó huir. Los
relucientes cascos de Black le llevaron a través de una línea de lanceros; las lanzas se
apartaron igual que trigo y resonaron cuando las metálicas puntas tropezaron con su piel
de medianoche.
—¡A Dilfar! —gritó, y Black se desvió en ángulo recto y le condujo hasta la faz de un
peñasco donde sólo las cabras podían subir.
Al pasar cerca de Qaran, Black volvió la cabeza.
—Gran Coronel del Oriente —le dijo—, han minado el aire y el aire que hay bajo el aire
con las estrellas de la muerte.
—¿Podrás pasar? —preguntó Dilvish.
—Si vamos por la ruta de las postas —dijo Black—, es posible que lo consiga.
—Entonces apresurémonos a intentarlo.
Los menudos ojos plateados, que miraban desde el espacio debajo del espacio y
contenían las motas infernales de polvo estelar parpadearon y rielaron cuando Black se
lanzó adelante.
Idioma: Español
Categoría: Lengua y Literatura, Narrativa
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