Resena: EL ALTAR DE LOS MUERTOS
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Sentía el pobre Stransom un desagrado mortal hacia los pequeños aniversarios, y aún le
desagradaban más cuando tenían pretensiones aparatosas. Las celebraciones y las
simulaciones le eran penosas por igual, y sólo una de aquéllas encontró un hueco en su
vida. A su manera, un año tras otro, él había guardado la fecha de la muerte de Mary
Antrim. Tal vez resultaría más exacto decir que aquella fecha lo había guardado a él; por
lo menos lo había guardado, a rajatabla, de hacer otra cosa. Se apoderó de él una vez y
otra con una mano cuyo aferramiento el tiempo había conseguido suavizar, pero no
anular. Se acicalaba para esta conmemoración de forma casi tan esmerada como se habría
acicalado para la mañana de su boda. El matrimonio había tenido, desde hacía mucho,
muy poco que ver al respecto: para la muchacha que iba a haber sido su desposada no
hubo jamás abrazo nupcial. Había muerto de fiebre maligna después de señalado el día
del casamiento, y él había perdido, antes de haberlo gustado con plenitud, un cariño que
había prometido llenar su vida hasta los bordes.
Habría resultado inexacto, así y todo, decir que su vida podía ser enteramente despojada
de aquella buenaventura: todavía la regía un fantasma pálido, todavía la gobernaba una
presencia soberana. No había sido hombre de numerosas pasiones, y pese a los muchos
años transcurridos, ningún sentimiento se había hecho más poderoso en él que el de
encontrarse de duelo. No había necesitado ni sacerdote ni altar que lo legitimasen como
viudo para siempre. Muchas cosas había hecho en su existencia; las había hecho práctica-
mente todas, menos una: jamás, jamás había olvidado. Había procurado meter dentro de
su vida todo cuanto podía tener habitación en ella, pero había fracasado a la hora de hacer
de la misma algo más que una casa cuya señora se hallaba ausente eternamente. Y cuando
más ausente la sentía era en aquel día pertinaz de diciembre que su constancia había
terminado por dotar de un carácter de singularidad. No tenía ningún propósito
predeterminado de conmemorarlo, pero sus nervios siempre lo hacían completamente
suyo. Ineludiblemente lo arrastraban adelante sin tregua, pues el destino de su
peregrinación era distante. Ella había sido enterrada en un suburbio de Londres, que por
entonces había sido una parte del corazón de la naturaleza, pero al cual él había ido
viendo perder uno tras otro todos sus rasgos de frescor. En realidad, los momentos en que
menos veían sus ojos el lugar eran cuando estaba allí en persona. Miraban a otra imagen,
se abrían a otra luz. ¿Miraban a un futuro probable? ¿Miraban a un pasado imposible?
Independientemente de cuál fuese la contestación, la suya era una evasión inmensa de lo
presente
Idioma: Español
Categoría: Lengua y Literatura, Narrativa
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