Resena: PRÓLOGO
Roger Zelazny es uno de los grandes escritores de ciencia ficción. Pero hace mucho
tiempo que pienso —no soy el único— que si los lectores que no leen ciencia ficción
echaran un vistazo a sus relatos, se zambullirían en ellos con la misma avidez que
reservan para la obra de un Saul Bellow o un Camus.
La intensidad demoníaca de Zelazny, la mezcla de poesía auténtica y prosa
vertiginosa, las tramas ágiles y lógicas, el conocimiento de las obsesiones y tragedias del
corazón humano, deberían atraer a quienes desdeñan la ciencia ficción.
Ahora permítaseme decir algo acerca de mí mismo. No es una digresión. No se aparta
del tema que estamos tratando. Desde los diez años quise ser escritor, pero por algún
motivo no pensaba hacer carrera escribiendo ciencia ficción o fantasía. Durante muchos
años quise ser un escritor que no estuviera encasillado en ningún género. Pero de algún
modo cambié de rumbo. Me convertí en un escritor de ciencia ficción.
Años antes de que eso ocurriera, había escrito algunos cuentos con la esperanza de
venderlos a revistas prestigiosas como Story, que publicaban literatura experimental,
literatura a secas, a menudo sombría y deprimente, junto con algunos relatos fantásticos.
También enviaba cuentos apenas comerciales a publicaciones como Saturday Evening
Post y Liberty. Todo en vano. Pero recibí suficientes comentarios alentadores como para
seguir escribiendo.
Entonces, en 1952, tuve una idea para una novela de ciencia ficción, Los amantes, que
vendí y me permitió iniciar una carrera dentro del campo de la ciencia ficción. A pesar de
haber alcanzado un cierto éxito, siempre me he preguntado qué cosas podría haber
hecho si hubiera desechado mis electrizantes ideas sobre Marte, los universos paralelos y
la sexobiología de los alienígenas y me hubiera centrado en la psiquis humana de la
cenagosa Tierra de nuestros días.
Esa idea me hizo hablar con Ted Sturgeon, un gran escritor de ciencia ficción y fantasía
en las décadas de 1940 a 1960, sobre su potencial como escritor a secas. Su brillante
imaginación y su preocupación y compasión por los seres humanos y el estilo de su prosa
podían funcionar tan bien en cualquier campo de la literatura como en la ciencia ficción y
la fantasía.
Su respuesta fue sencilla. Amaba demasiado este género para irse a otro campo.
Además, ya había intentado escribir otro tipo de literatura y no había tenido éxito.
Unos años más tarde, en la década de 1960, surgió de la ciencia ficción, como un
cohete brillante rumbo a la luna, un nuevo y joven escritor, Roger Zelazny. Sus primeras
obras, This Immortal, The Dream Master, «Las puertas de su cara, las lámparas de su
boca», ganaron el Hugo y el Nebula, los dos premios más codiciados y prestigiosos del
género. Después escribió otro buen número de relatos inolvidables.
Como muchos lectores de ciencia ficción, me sentí más que impresionado. No, no sólo
impresionado. Conmocionado, vibrando como un diapasón. Tanto que le pregunté a
Zelazny si había pensado en dirigir su enorme talento hacia la corriente principal de la
literatura. Para entonces, la ciencia ficción, que había sido un campo literario
relativamente pequeño y despreciado por los académicos y por gran parte del público
lector, estaba creciendo y valorizándose. También estaba mejor remunerada.
Sin embargo, si quería conseguir más lectores y la atención de los críticos literarios y
de los profesores universitarios, podía intentar escribir obras fuera del género. Su talento
era demasiado luminoso para andar poniéndole límites. Tenía que darle libertad y
observar los resultados.
Contestó que había pensado algunas veces en hacer eso. Pero ¿de qué le servía a un
hombre ganar el mundo si perdía el alma?
Idioma: Español
Categoría: Lengua y Literatura, Narrativa
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