Resena: Había ahora en todo el mundo más de cien ciudades; y era un mundo mucho mejor que
el que habían dejado los antepasados. Estaba la heptápolis del Chattalen, que se
extendía por el mar Negro tomo una línea de perlas oscuras; estaba la próspera tierra
ribereña de Nev Hettek, que enviaba sus barcos, traqueteando con sus lentos motores, río
abajo por el gran Del, hasta el mar de Sundance. Había asentamientos cerca de las
extrañas ruínas de Nex. Allí donde la tenacidad humana encontraba un punto de apoyo,
aparecía el comercio; y el mundo, llamado Merovin en los mapas, se las arreglaba lo
mejor que podía, situándose de cara al presente o el futuro entre el conocimiento cierto de
que la humanidad del mundo exterior no tenía interés por él y la esperanza eterna de que
los inhumanos sharrh no quisieran utilizarlo. Con seguridad los sharrh no tenían la menor
intención de dejar en libertad y en el espacio a los esparcidos habitantes de Merovin.
Por tanto, el mundo (y tengamos en cuenta que sólo en un contexto religioso los
habitantes lo llamaban Merovin) se las arreglaba por sí solo: estas cien ciudades habían
sido creadas por humanos demasiado tenaces para abandonarlo cuando el tratado
humano-sharrh exigió la eliminación de la colonia; descendían de colonos lo bastante
astutos como para esconderse de los grupos de búsqueda; y lo bastante resistentes como
para sobrevivir a la Limpieza, que acabó con la tecnología. Desde entonces, los sharrh
ignoraron a los habitantes de Merovin. (Aunque había rumores de que algunos sharrh no
habían mantenido la parte del tratado que les correspondía.) El alboroto y la conmoción
decayeron; los humanos fugitivos salieron de las colinas, reconstruyeron las ruinas y
procrearon. Después, veinte generaciones de descendientes los maldijeron pensando que
habían sido totalmente estúpidos
Idioma: Español
Categoría: Lengua y Literatura, Narrativa
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