Resena: SE NECESITAN hombres de 21 a 40 años, preferibles solteros, militares o técnicos
experimentados, buen aspecto, para trabajo muy bien pagado, con viajes al extranjero.
Preséntense en la Compañía de Estudios de Ingeniería, 305 E, núm. 45, de 9 a 12 y de 2
a 6.
El trabajo es, como usted comprende, un tanto inusitado - dijo Gordon - y confidencial.
¿Puedo contar con su discreción?
- Normalmente, si - repuso Manse Everard -. Claro que depende de la clase de secreto.
Gordon sonrió con una curiosa sonrisa, una curvatura de labios que no se parecía a
ninguna otra que Everard hubiese visto. Hablaba fácil y fluidamente el americano común,
y vestía un traje corriente, pero había en su porte un aire extranjero, que consistía en algo
más que en la tez morena, las mejillas imberbes y la incongruencia de unos ojos
mongólicos sobre una nariz caucásica. Era difícil de clasificar.
- No somos espías, si es eso lo que está pensando - aclaró.
Everard hizo un guiño.
- Lo siento. Le ruego que no piense que me he vuelto tan histérico como el resto del
país. Nunca he tenido acceso a datos confidenciales de ninguna clase. Pero usted ha
hablado de trabajos ultramarinos y, tal como están las cosas, me gustaría conservar mi
pasaporte.
Era un hombre grande, de pétreos hombros y cara un tanto estropeada bajo los
cabellos cortos y negros. Su documentación estaba extendida ante él: licencia absoluta,
informes de su trabajo en varios destinos como ingeniero mecánico... Gordon los había
ojeado a la ligera.
La oficina era corriente: un bufete, un par de sillas, un archivador y una puerta que
daba a las habitaciones interiores. Una ventana abierta sobre el estrepitoso tráfico de
Nueva York que se percibía seis pisos más abajo.
- Espíritu independiente - murmuró -. Me gusta eso. ¡Vienen tantos adulando como si
estuvieran dispuestos a agradecer un puntapié! Naturalmente, con su preparación, usted
no está todavía desesperanzado. Puede aún obtener trabajo... Creo que la palabra es...
contrato aleatorio.
- Me interesó el anuncio - explicó Everard -. He trabajado en el extranjero, como puede
usted ver, y volvería allá con gusto. Pero, francamente, no tengo aún la más leve idea de
lo que hace su equipo.
- Hacemos muchísimas cosas - aclaró Gordon -. Pero... veamos; ha estado usted en la
guerra. Francia, Alemania...
Everard pestañeó; sus papeles contenían la mención de una serie de medallas, mas
hubiera jurado que su interlocutor no había tenido tiempo de leerlos. Gordon prosiguió:
-¿Le importaría agarrar los mandos que hay en los brazos de su silla? Gracias. Ahora,
¿cómo reacciona usted ante el peligro físico?
Idioma: Español
Categoría: Lengua y Literatura, Narrativa
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