Resena:
El aire era, literalmente, nauseabundo. Godwin Harpinshield se pasó la lengua por los
labios y, al hacerlo, paladeó el polvo levantado por el ataque aéreo de la mañana que
todavía no se había remansado. Y ahora, otra vez, en este mismo instante, las sirenas
ululaban bajo el oscuro cielo de verano.
Sentía un ligero dolor en la pierna derecha, pero no era insoportable. Más bien, casi le
parecía agradable, era un indicativo de que la herida sanaba. Llevaba encima demasiada
ropa para un clima tan caluroso; dentro de los zapatos negros, fuertemente anudados, sus
pies se cocían; en la cabeza llevaba una rígida gorra. Para ser precisos, vestía un
uniforme de oficial de la RAF con - se miró las hombreras - galones de teniente de
escuadrilla. En la parte izquierda del pecho se veían las alas de piloto. Se notaba las
palmas de las manos pegajosas y también los dedos, pues llevaba unos guantes de cuero
marrón que eran de uso obligatorio. El humo hacía cosquillear sus ojos y su nariz, pero a
medida que caía la noche, una brisa perturbaba el tranquilo aire.
Desde su posición, no podía ver el sol, pues se encontraba de pie entre la doble hilera
de casas, hechas en parte con ladrillo y en parte con tejas azules y amarillas, que habían
conocido días mejores. Las ventanas estaban cubiertas con papel adhesivo marrón y los
caminos de acceso a las casas estaban cubiertos por altas paredes hechas con sacos de
arena de color caqui. Aquí y allá faltaban pedazos de los pisos superiores, como si un
perro rabioso hubiera descendido volando y hubiera clavado sus fauces en lo que había
confundido con comida, y después hubiera escupido el resto a la carretera. La gente,
alertada por las sirenas, apagaba las luces y corría las cortinas. Ninguna de las farolas de
la calle estaba encendida.
Idioma: Español
Categoría: Lengua y Literatura, Narrativa
Para ver más información debes estar identificado / registrado.