«Y llegó uno llamado El que Arranca los Rostros, que les sacó los ojos. Y llegó uno llamado El Sangrador Súbito, que los abrió en canal y les arrancó las cabezas. Y entonces llegó el torrente: lluvia negra cayendo del cielo cual una resina. Lluvia el día entero, lluvia toda la noche, y a causa de ella la tierra quedó ennegrecida.»
Bajo esta premisa arranca un thriller de acción compuesto por un buen puñado de leyendas Mayas y sus orígenes mitológicos, una atmósfera que impregna casi toda la totalidad del libro. Lluvia Negra trata sobre el descubrimiento de algo que está más allá de todo conocimiento científico, una expedición que se pone en marcha para descubrirlo, y un gran mal que acecha en las profundidades del Amazonas.
Graham Brown elabora una novela en la que el trasfondo es una vez más todo lo que rodea a la cultura milenaria de los Mayas. Sin embargo, en esta ocasión no viajamos al Machu Picchu, sino al mismísimo corazón de la selva amazónica, lugar que mucha gente cree que fue el origen de la cultura Maya de acuerdo a los últimos descubrimientos. Para confirmar dicha teoría, una asociación del gobierno conocida como NRI (“Nacional Research Institute”, encargada de investigar los más potentes descubrimientos científicos como la fusión fría), monta una expedición para investigar unos cristales que fueron hallados en otra expedición similar durante los años 20, algo que podría revolucionar toda teoría científica y sacudir los cimientos de lo conocido. Es por eso que hay que ocultar la operación arqueológica, que no es más que una tapadera para una intención mayor. Pero existe un problema que todo el mundo pasa por alto: en aquella aventura, los miembros de la expedición fueron atacados por algún ser monstruoso y sediento de sangre. Un problema recurrente en la novela, como comprobaremos en más de una ocasión.
Sin ser una de las novelas revolucionarias del género, es una historia que se deja leer y que supone un entretenimiento capaz de dejarnos llevar por la trama.
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