Yo me disponía a cantar en tono elevado lasarmas y las sangrientas batallas, materia convenientea mis versos, el primero de la misma medida que elsegundo; Cupido, según dicen, se echó a reír, yarrebató al último uno de los pies. Niño cruel,¿quién te dió tal derecho sobre mis cantos? Losvates somos esclavos de las Musas, y no tuyos. ¿Quédiríamos si Venus tomase la armadura de la rubiaMinerva, y ésta agitase las encendidas antorchas?¿Quién vería sin extrañeza reinar a Ceres en losmontuosos bosques, y que los campos se cultivasenbajo las leyes de la virgen de la aljaba? ¿Quiénarmará, de aguda lanza a Febo, insigne por sucabellera, mientras Marte pulse la lira de Aonia?
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