El enorme sol carmesí brillaba en el cielo violeta. En el limite de la planicie marrón, salpicada de arbustos marrones, se extendía la selva roja.McGarry avanzó hacia ella dando zancadas. Explorar esas selvas rojas constituía una tarea ardua y peligrosa, pero era preciso hacerla. Había explorado un millar de selvas; ésta era, simplemente, una más.Dijo:- En marcha, Dorothy. ¿Todo listo?La pequeña criatura de cinco patas que descansaba sobre su hombro no respondió, en realidad nunca lo hacía. No sabía hablar, pero era algo con lo cual hablar. Era una compañía. Por su tamaño y su peso, se parecía asombrosamente a una mano que reposara sobre su hombro.Tenía a Dorothy hacía... ¿cuánto tiempo? Cuatro años, suponía. Estaba aquí hacía aproximadamente cinco, según calculaba, y la había encontrado alrededor de un año después. De cualquier manera, daba por sentado que Dorothy pertenecía al bello sexo, por la sencilla razón de que reposaba sobre su hombro como lo haría la mano de una mujer
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