Aquella mañana de marzo de 195... llamé a la puerta de mi viejo amigo el doctor Clair,ciertamente sin sospechar que pronto iba a escuchar un relato fantástico e increíble. Digo"mi viejo amigo" porque, aun cuando ni él ni yo hemos pasado apenas los treinta, nosconocemos desde la infancia y no nos habíamos separado más que en estos últimoscuatro años.La puerta fue abierta — o mejor entreabierta — por una anciana vestida de negro,como todas las viejas de esta región. Murmuró:—Si es para una visita, el doctor no recibe hoy. Está haciendo sus "experimentos".Clair era un médico excelente, y, sin embargo, no ejercía regularmente. Gracias a unasaneada fortuna podía consagrar casi todo su tiempo a delicados experimentos debiología. Su laboratorio estaba instalado en la casa paterna, cerca de Rouffi-gnac y, enopinión de varios sabios extranjeros que lo habían visitado, había pocos en el mundo quese le pudieran comparar. Hombre muy discreto sobre sus trabajos, sólo me había hechoalgunas breves alusiones a ellos, en las escasas cartas que nos habíamos cruzado, peroyo estaba enterado, por los rumores que corrían en los círculos universitarios, de queestaba muy cerca de encontrar la solución para extirpar el cáncer.La vieja me observaba con desconfianza.
Disponible también para ver online en HTML. Una vez en la página clicar en: VER HTML - Descargar PDF.
Para ver más información debes estar identificado / registrado.