La espacionave procedente de Andrómeda II giraba, como una peonza, dominada por poderosas fuerzas. El ser de Andrómeda, fuertemente atado al asiento del piloto, volvió los tres protuberantes ojos de una de sus cabezas hacia los otros cuatro tripulantes de la nave, asegurados en las literas de la cabina.- Vamos a estrellarnos - dijo.Así fue.Elmo Scott apretó el tabulador de su máquina de escribir y escuchó cómo el carro se deslizaba y hacía tocar la campanita. Le pareció divertido y lo volvió a hacer. Pero no había ninguna palabra escrita en la hoja de papel puesta en la máquina.Encendió un cigarrillo y se quedó contemplándolo. Al papel, no al cigarrillo, naturalmente. Aún no había escrito nada.Inclinó su silla para atrás y se volvió para mirar al gran perro Doberman que dormía en el centro matemático de la alfombra. Luego dijo:- ¡Qué perro más afortunado!El Doberman se despertó y movió la pequeña cola que tenía. No dio ninguna otra contestación
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