Una premisa arriesgada pero muy interesante, en la que Kirkman se permite tratar temas polémicos como la posesión de armas, la religión, el consumismo, etc…
Pero incluso detrás de tanta trascendencia tenemos dosis de los ingredientes que no pueden faltar en ningún relato sobre muertos vivientes, sea cual sea el medio en el que se cuente. Elementos de survival horror, desmembramientos sádicos, amputaciones contundentes, mordiscos con sustancia, bajas constantes en el reparto, acoso interminable por fuerzas más allá del entendimiento humano, sustos a rolete y algo de sexo.
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