Habían programado lluvia para la mañana, pensó el doctor Thei Svengaard. La lluviahace que los padres se sientan inquietos... y no digamos el efecto que causa sobre losmédicos.Una ráfaga de viento húmedo, invernal, hizo crujir la ventana que tenía a sus espaldas.Se levantó con la intención de cerrarla, pero los Durant - los padres de aquella mañana -tal vez se sentirían más alarmados por el silencio, inaudito en un día así.El doctor Svengaard se acercó a la ventana y contempló la multitud de transeúntes;turnos de día que acudían al trabajo en la megápolis y turnos de noche que regresaban alhogar. El hormigueo de las gentes arriba y abajo causaba una sensación de energía yvitalidad a pesar de su vida de trogloditas. La mayoría de ellos eran Sterries, sin hijos...,estériles. Iban y venían, numerados pero innumerables.Había dejado el intercomunicador abierto en recepción y oía cómo su enfermera, laSeñora Washington, importunaba a los Durant con preguntas y formularios.Rutina
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