La trama de misterio se desarrolla tras un curioso robo que desencadena toda una serie de asesinatos, citas misteriosas, torturas refinadas, aparatos de radio y televisión, el colmo del aparataje técnico de vanguardia en aquellos tiempos, utilizados para tareas de espionaje y comunicación, ruinas siniestras, enterramientos en vida y la persecución desesperada de las joyas que suponen la herencia de un militar zarista. ¡Cómo no nos iba a gustar! Por momentos asemeja una película de terror de la Universal, que ese mismo año de 1931 había estrenado el Drácula de Bela Lugosi bajo la dirección de Tod Browning (y sí, vale, al parecer también de Karl Freund) y estaba a punto de hacer lo mismo, si no lo había hecho ya, con el Frankenstein de James Whale y Boris Karloff.
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