Uno de los problemas que preocupan más a las sociedades comerciales es la abundancia o escasez de dinero, letras de cambio o pagarés falsificados, por mencionar sólo algunas de las artimañas empleadas para aumentar el valor de los cheques en blanco. En el Oikumene no existe ninguna dificultad para procurarse máquinas que duplican y reproducen con absoluta exactitud, la única forma de impedir la depreciación crónica de nuestra moneda consiste en adoptar severas y meticulosas precauciones. Estas precauciones son tres: primero, la única moneda de cambio es la Unidad de Curso Legal o UCL. Los bancos autorizados para emitir billetes, si bien con distintas denominaciones, son el Banco de Sol, el Banco de Rígel y el Banco de Vega. Segundo, cada billete está dotado de una "garantía de autenticidad". Tercero, los tres bancos han puesto al alcance de todo el mundo el llamado detector de fraudes. Se trata de un dispositivo de bolsillo que, al pasar un billete falso por una ranura, emite un zumbido de alarma. Todo intento de desactivar el detector de fraudes es infructuoso, como saben hasta los niños pequeños: en cuanto la caja sufre algún daño se autodestruye automáticamente.
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