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Información del Libro 'Mundo Rio 1 - A Vuestros Cuerpos Dispersos - Farmer Philip'

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Mundo Rio 1 - A Vuestros Cuerpos Dispersos - Farmer Philip

Enviado por librosgratisweb el 2012-09-20 00:00:00



Su esposa lo había aferrado entre sus brazos como si así pudiera mantenerlo apartado de la muerte. El había gritado: — ¡Dios mío, me muero! La puerta de la habitación se había abierto, y había visto un gigantesco dromedario negro fuera, y había oído el tintineo de las campanillas de su arnés cuando el cálido viento del desierto las agitó. Luego, una gran faz blanca rematada por un gran turbante negro había aparecido en el vano de la puerta. El eunuco había atravesado la puerta, moviéndose como una nube, con una gigantesca cimitarra en su mano. La Muerte, el Destructor de los Placeres, el Igualador de la Sociedad, había llegado al fin. Oscuridad. Nada. Ni siquiera supo que su corazón se había detenido para siempre. Nada. Luego, sus ojos se abrieron. Su corazón estaba latiendo fuertemente. ¡Se sentía fuerte, muy fuerte! Todo el dolor de la gota de su pie, la agonía del hígado, la tortura de su corazón, todo había desaparecido. Había un silencio tal que podía oir la sangre moviéndose en su cabeza. Estaba solo en un mundo sin sonidos. Una brillante luz de idéntica intensidad lo llenaba todo. Podía ver, y sin embargo no comprendía lo que estaba viendo. ¿Qué eran esas cosas por encima, por el lado y por debajo de él? ¿Dónde estaba? Trató de sentarse, y notó, atontado, una sensación de pánico. No había nada en qué sentarse, porque estaba suspendido en la nada. El intento lo lanzó dando una voltereta, muy lentamente, como si se hallara en un baño de melaza no muy viscosa. A treinta centímetros de las yemas de sus dedos se hallaba una barra de brillante metal rojo. La barra llegaba de arriba, del infinito, y descendía hacia el infinito. Trató de aferrarla porque era el objeto sólido más cercano, pero algo invisible resistía a su esfuerzo. Era como si las líneas de alguna fuerza estuvieran empujándole, repeliéndole. Lentamente, giró sobre sí mismo en una cabriola. Luego, la resistencia lo detuvo con las yemas de sus dedos a unos quince centímetros de la barra. Extendió su cuerpo y se movió hacia adelante una fracción de centímetro. Al mismo tiempo, su cuerpo comenzó a girar sobre sí mismo alrededor de su eje longitudinal. Inhaló aire ruidosamente. Aunque sabía que no había donde aferrarse, no podía dejar de agitar los brazos con pánico, tratando de agarrarse a algo.

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