¿Qué hacían los ricos después de cenar, en el siglo octavo antes de Cristo? Escuchaban a un cantor, posiblemente ciego, que a cambio de comida o de algún presente contaba historias de guerras, de diosas y mujeres enamoradas, de hechizos, de viajes por tierra y por mar. Las más hermosas tenían por protagonista a Ulises, llamado entonces Odiseo. Luciano De Crescenzo ha querido devolvernos este antiguo placer traduciendo a su manera en lenguaje moderno La Odisea, el gran poema homérico dedicado a las aventuras de Ulises. Leer este libro es como tomar asiento en una sala donde la voz de un rapsoda nos habla de la morbosa Calipso, del joven Telémaco, de la hermosa Nausica, del caballo de Troya, del cíclope Polifemo a quien Ulises engañó diciéndole que se llamaba Nadie, de una visita al reino subterráneo del Hades, de las sirenas, del regreso a Itaca, de Penélope y de todo lo demás. Pero de vez en cuando De Crescenzo interrumpe el relato para proceder a comentarios y divagaciones, y transforma las aventuras de Ulises en un libro suyo. La última parte, titulada Contra Ulises, recoge historias que no aparecen en La Odisea pero que los griegos antiguos contaban con maligno placer y en las que el héroe de Itaca queda siempre en mal lugar. Incluso el lector convencido de saberlo todo sobre Ulises descubrirá, en esta parte final, indiscreciones y maledicencias que ignoraba. .
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