En una librería de segunda mano de libros en inglés que suelo visitar encontré un ejemplar Confessions of an economic hit man (http://en.wikipedia.org/wiki/Confessions_of_an_Economic_Hit_Man), que creo se ha traducido al español como Confesiones de un sicario económico (http://es.wikipedia.org/wiki/Confesiones_de_un_sicario_econ%C3%B3mico). Parecía en típico libro de conspiraciones políticas y como best-seller seguro que al menos era entretenido, así que por 2,50 euros decidí llevarme el libro a unas breves vacaciones para echarle un vistazo si la mañana en la playa con la familia se hacía demasiado larga.

El autor John Perkins (http://www.johnperkins.org/), asegura haber trabajado como lo que el denomina economic hit man (sicario económico) para el tinglado de las grandes corporaciones norteamericanas. Creo que un resumen breve y conciso del libro se puede escuchar en boca del propio autor (http://www.youtube.com/watch?v=oJwCjEVaAFk).

El libro no deja de ser entretenido e independientemente de si es cierta o no su historia personal, sí que el libro puede leerse como un resumen sencillo del papel de las grandes corporaciones en los países en vías de desarrollo con gran cantidad de recursos naturales. No es realmente nada nuevo. Varios ejemplos detallados de las maneras de actuación de estas corporaciones y de aquellos organismos internacionales --como el FMI y el Banco Mundial-- que juegan muchas veces al son les marcan los intereses de las corporaciones --lo que se denomina corporatocracia-- pueden leerse de mano del economista Joseph Stiglitz -- Mencionaba en una entrada anterior un ejemplo concreto que me llegó de manera personal directa con relación a la actuación de Francia en Costa de Marfil--.

Sin embargo es fácil caer es una especie de conspiranoia con este asunto --como puede verse en el tratamiento que hace este noticiario-- y hacer un flaco favor al conocimiento de una situación que realmente está ahí pero que responde, más que a las intenciones ocultas de una elite, a la tensión entre las corrientes neoliberales que marcan el rumbo de la economía global y la falta de organismos gubernamentales de control que son imprescindibles para que la globalización económica --inevitable por otra parte-- no continúe por los derroteros actuales aumentando las diferencias entre ricos y pobres.

Perkins traza una línea de actuación básica la corporatocracia para sacar el máximo beneficio en la explotación de los recursos de un país. Primero se trata de sobornar a los funcionarios para que acepten las reglas que marcan las corporaciones. Ahí supongo que termina la mayoría de casos. En segundo lugar, cuando se encuentran un gobierno que finalmente no cede, se envía a los chacales --como Perkins los denomina-- que tratan de producir desestabilización o en último caso atentar contra la vida de los personajes clave. Si esta segunda medida más drástica no funcionase, no queda más que enviar a los militares. Panamá podría ser el ejemplo típico donde se han dado probablemente las tres estrategias.

Esa `hoja de ruta` probablemente no responda a ninguna táctica escrita. Es probablemente el resultado de tratar de mantener un status quo entre explotadores y explotados que se da a otros muchos niveles, desde el inmigrante que monta un pequeño negocio que molesta al gran empresario del pueblo, pasando por todo tipo de extorsionadores y llegando hasta la Cosa Nostra o ETA en España sin ir más lejos.

Así que la única manera de luchar contra esa manera de hacer las cosas no es más que tratar de defender la actuación de los gobiernos y el imperio de la ley ante las grandes empresas. Por eso me resulta poco esperanzador que incluso los gobiernos que se autocalifican de socialdemócratas apoyen los intereses de las grandes corporaciones cuando gobiernos como el de Morales o Chávez intentan evitar que éstas exploten sus recursos naturales sin que sus países salgan beneficiados de ello --sin ir más lejos considérese el doble juego de Zapatero con Evo Morales por un lado y Repsol-YPF, el Grupo Iberdrola y Red Eléctrica Española--, . Independientemente de sus aciertos y errores en otras facetas, en esto deberíamos apoyarlos a ellos, y no a los que intentan sacar la mayor tajada de sus recursos.

Esto lleva a otra cuestión interesante. El papel de cada uno de nosotros en todo este asunto. Perkins cae en una especie de moralina new age, enfrentando el consumismo occidental con la vida espiritual de los pueblos más ancestrales. Pero creo que lleva parte de razón en las consecuencias que provoca nuestro sesgo occidental capitalista: pensar que las grandes empresas defienden nuestros intereses y que a su vez están favoreciendo el desarrollo económico en los países en vías de desarrollo. Incluso una vez consideré apropiado el argumento de los economistas de que un niño explotado en un país subdesarrollado por una multinacional es mejor que un niño sin trabajo y sin tener que llevarse nada a la boca. Ahora creo que se debería obligar a esa multinacional a respetar las mismas reglas que tienen que respetar en un país desarrollado. Y para eso, o crean los países ricos organismos que lo hagan, o apoyan a los gobiernos locales que quieren hacerlo como ha ocurrido muchas veces en latinoamérica. Pero luego no podemos lamentarnos de la existencia de las guerrillas o del terrorismo islámico y tacharlos de animales irracionales cuando responden con tácticas bien distintas de la de la corporatocracia. ¿Que por qué la toman con todos nosotros y ponen bombas en trenes y aeropuertos?. ¿No será que creen que somos parte interesada?. Hagamos lo correcto y quizás nos miren de otra manera.

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Género: Sociales,Economía
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Tiene audiolibro: NO
Presentación: Libro
Calidad: Sin OCR
Idioma original: Sin clasificar
Idioma del texto: Castellano
Clasificado: Sin clasificar


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