Nosoy yo, por cierto, quien pretenda presentar alos lectores-sobre todo a los lectores magallánicos- a Osvaldo WegmannHansen.Hace ya muchos años que su nombre es familiar yconocidoa través de su larga jornada de la pluma en bien de la literaturaregional. Su nombre ha traspuesto con dignidad y altura de escritorconcienzudo y profundamente conocedor de la tierra ylos seresque describe en sus obras, las fronteras de la patria chica yocupa,desde hace largo tiempo, el puesto que se ha ganado en laliteraturanacional. La crítica lo ha galardonado y el público, supremo juez alfin, lo ha aplaudido, sin reserva.Mucho le debe, yen el futuro, más aún que hoy, así secomprobará a través de la supervivencia del interés por su obraliteraria, nuestra tierra austral chilena.Estas líneas que hacen hoy el pórtico de entrada de estanueva creación de Osvaldo Wegmann, son tan sólo las palabrasdel amigo de tantos años que pretenden trasuntar la emociónproducida por la lectura de estas páginas tiernas ylimpias en queel autor recto yviril de todas sus obras anteriores vuelca la nostalgiade su espíritu por los años de la infancia y elpaisaje contempladoa través del prisma puro de los años inocentes. Es quizás porprimera vez a través de su producción que Osvaldo Wegmann nosentrega la sensación de la dulce poesía que todo hombre llevaescondida dentro de sí.
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